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sábado, 7 de noviembre de 2009


 

Niños índigo (Crianza y educación)

Los nuevos niños índigo han venido aquí para darnos un nuevo entendimiento de la humanidad. Ellos son un regalo para sus padres, para el planeta y para el universo. Cuando los honramos como a la bendición que realmente son, podemos ver la sabiduría divina que ellos traen para ayudar a elevar la vibración del planeta Tierra.

El paso más importante para entender y comunicarse con esos nuevos niños es cambiar nuestra forma de pensar acerca de ellos, destruyendo nuestras creencias erróneas y nuestros hábitos de conducta convencionales. Si honra a esos pequeños como regalos en lugar de pensar que son un problema, usted abrirá las puertas para entender la sabiduría de ellos y la suya propia. Los niños de la Nueva Era retribuirán su esfuerzo, responderán sensiblemente a él, y de esta manera se abrirá un camino para un entendimiento mutuo.

En muchos casos, sobre todo cuando son diagnosticados equivocadamente con el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, es frecuente que se les administren medicamentos como el Ritalín, para “calmarlos”. Un niño índigo no necesita que se le calme. Necesita que se le entienda. En ellos, el uso de medicamentos puede resultar en el mejor del caso inútil; en el peor, abrirles una peligrosa ruta hacia la drogadicción, además de que se pueden bloquear sus preciosas cualidades y capacidades psicológicas y espirituales. Será como enterrar un valioso, inconmensurable tesoro bajo una densa capa de lodo.

El creciente uso, de tratamientos psicotrópicos para tratar a estos niños refleja nuestro rechazo mundial al cambio. Nos encontramos a punto de dejar el viejo mundo, basado en la competencia, los celos y la envidia, y estamos en el umbral de una nueva era basada en la cooperación, el amor y el conocimiento de nuestra unidad. La vieja energía está dando paso a la nueva energía.

Los niños que están encarnando recientemente son diferentes de las generaciones anteriores. Ellos son llamados “niños de la Nueva Era” por una buena razón. Estos niños son altamente conscientes, sensibles y perfectamente psíquicos. No toleran en absoluto la deshonestidad y la falta de autenticidad. Saben instantáneamente cuando alguien está mintiendo.

Imagine cuán difícil es para estos niños estar dentro del actual sistema educativo, tan falto de autenticidad, en el que se dicen cosas como: “Vamos a fingir que nos gusta estar aquí. No vamos a discutir cuán infelices somos todos nosotros por ser forzados a venir a este lugar a aprender/enseñar cosas a las que no sabemos cómo darles aplicación práctica en nuestra vida real”. Para ellos, aceptar esta actitud es negar su propia esencia y fallar de antemano en la alta misión que les ha sido encomendada.
En casa, con frecuencia los adultos tratan a los niños deshonestamente. Por ejemplo, padres que ocultan cosas a sus hijos. Estos niños intuitivos saben cuando algo está mal. Los niños de la Nueva Era les pedirán a sus padres la confirmación de estos sentimientos. Si los padres niegan la verdad, eso puede conducir a los niños a la frustración. Los niños, incluso los índigo, no saben cómo conciliar la disparidad entre lo que ellos sienten (la verdad) y lo que los adultos les dicen (la mentira).

Por otra parte, tendemos a castigarlos si no hacen o no actúan como nosotros queremos. Un niño índigo nunca va a actuar como usted solía hacerlo en su infancia: con los niños de la Nueva Era, la rigidez de la autoridad simplemente no funciona. Sólo hay una manera de interactuar con estos pequeños seres y es desde y con el Amor.

Así pues, resulta del todo necesario conocer la esencia de estos niños, para estar a la altura de las circunstancias y no obstaculizar su proceso de evolución y el cumplimiento de su misión. Al tratar con niños de una nueva conciencia, los adultos nos veremos obligados cambiar los antiguos patrones educacionales para darles a nuestros niños la libertad de expresión y de acción que mueve su alma, su esencia y su corazón.

A estos pequeños tan especiales les gusta ser tratados y honrados como individuos, de manera que la crianza emocional debe basarse en la honestidad y transparencia. A los niños índigo no se les debe avergonzar, ni culparlos, ni mentirles, ni gritarles. Por el contrario, hay que preservarles la autoestima. Se les debe brindar la posibilidad de elegir y, al mismo tiempo, evitar la comparación. Deben recibir disciplina sin emoción.
Otro requisito importante para la crianza emocional de los niños de la Nueva Era es estimular su excelencia, más no la competencia entre sí o con otros niños. Y, además, involucrar el buen humor. Esto es especialmente relevante: dada su naturaleza sabia, a veces estos niños, salvo quizás el interdimensional y un poco el conceptual, no tienen muy desarrollado el sentido del humor, y pueden llegar a ser niños y adultos muy tensos, que se toman todo muy apecho. Es fundamental enseñarles a reírse, a ver las cosas buenas de la vida, a comprender que, a veces, reírse de uno mismo no es negar la propia importancia, sino simplemente tener una actitud sana ante la vida.
Además de lo anterior, los expertos en educación y los terapeutas hacen algunas indicaciones de cómo tratarlos según su etapa de desarrollo.

Hasta el primer año de vida

Los conceptos esenciales son amor, afecto y atención. A los bebés hay que tocarlos, abrazarlos, proveerles mucha seguridad y, además, jugar con ellos. Hay que darles estimulación temprana y tentar sus sentidos con música, colores, formas y movimientos.

Es increíble cuán bien reaccionan los bebés índigo a los masajes y a otras técnicas de relajación, como los baños tibios perfumados con aceites esenciales. Es bueno ir inculcándoles, desde que son muy pequeños, el gusto por las técnicas holística de sanación y relajamiento. Recuerde que son muy espirituales y están estrechamente conectados con la naturaleza y las vibraciones cósmicas, de modo que el masaje y la relajación les ayudarán a abrir sus chakras y a estimular el crecimiento de su precioso espíritu.

Entre el primero y segundo años

Hay que resaltar los términos libertad, respeto y estímulo. Durante esta etapa se prueba el desapego a los padres, es decir, el niño quiere probarse a sí mismo que es un ser independiente, sobre todo si se trata de un índigo interdimensional.

Es necesario evitar el amenazarlos o condicionarlos a través del temor. No debemos permitir que el niño identifique el dolor como sinónimo de malo, de debilidad. Si así fuese, no habría espacio para el crecimiento espiritual, y toda su misión quedaría olvidada.

Entre los dos y los cinco años

Merecimiento, explorar y aprobar, son las palabras clave. Esta es la época de transición entre el Yo Soy y el Yo Puedo. Si impedimos que se sienta poderoso y autosuficiente, no lograremos que sea un adulto capaz de enfrentar cualquier reto, y lo volveremos inseguro y desconfiado.

Entre los cinco y los ocho años

A esta edad, el niño índigo ya asimila conceptos más abstractos. Por ello hay que manejar los términos dar, compartir aceptación, verdad y no juzgar.

A los índigos les encanta compartir cuando sienten amor. Si se les enseña que para dar tienen que perder algo, entonces no aprenderán el verdadero significado de la palabra dar.

En cuanto a la verdad, deben aprender que va acompañada de un sentimiento agradable y no como antesala a un problema, en caso de ocultarla.

Entre los ocho y los doce años

El niño está en la pubertad, y se aproxima a la siguiente etapa de maduración, que es la adolescencia.

En esta etapa, el índigo requiere que los padres manejen conceptos como la experiencia, la responsabilidad y el estar alerta. Si el índigo aprendió debidamente las lecciones de la crianza espiritual, reflejará entonces la confianza de sus padres. De lo contrario, se encontrará confuso, cederá a las presiones de los amigos y buscará al azar experiencias que le hagan sentirse en control, aunque éste sea falso, como el que proporcionan las drogas.

Educación en casa

No siempre resulta fácil educar a un niño índigo, a menos que comprendamos que él o ella se mueven en una dimensión mucho más espiritual, y que tiene una percepción diferente de sí mismo y de las cosas y personas que le rodean. Es un ser evolucionado que ha llegado a un mundo que no lo está tanto, y puede frustrarse cuando no se le comprende, como le sucedería a cualquiera en su situación.

Quizás en este momento usted estará preguntándose: ¿Es que tengo que dejarlo hacer lo que le dé la gana? La respuesta de los expertos a esta pregunta, es sí y no. Sí, mientras no dañe a nadie, ni a si mismo. No, cuando quiera pasarse de ciertos límites. Usted, como padre o madre, es el único que puede poner esos límites, pero no con órdenes, sino con el ejemplo.

El niño índigo es muy sensible y muy perceptivo para determinar la incongruencia entre el decir y el hacer. ¿Cómo obligarle a limpiarse las manos antes de comer si usted no suele hacerlo o pedirle que hable en voz baja sí él sólo escucha sus gritos? ¿Cómo imponerle hábitos que usted no tiene? ¿Cómo impedir que haga lo que usted suele hacer? Recuerde que muchos de sus hábitos los establece por imitación de uno de sus padres.

También es importante evitar darle dobles mensajes, es decir, que usted lo regañe porque hizo algo que no debía, y su cónyuge lo consuele. El niño no entenderá si lo que hizo fue malo o no tan malo. Recuerde que los índigo, principalmente y más que otros niños, necesitan reglas y límites claros para sentirse seguros. De modo que los padres deben ponerse de acuerdo para evitar que uno le reste autoridad al otro. El niño índigo no necesita de un padre “ogro” y de una madre “angelical” (o viceversa); requiere que tanto su figura paterna como su figura materna sean igualmente fuertes, honestas, amorosas, sólidas y coherentes.

Órdenes y rabietas

Los niños índigo toman como un castigo a su autoexpresión el hecho de que se les den órdenes, y pueden reaccionar con verdadera rebeldía ante las amenazas. No quiera que él comprenda lo que todavía no está en capacidad de hacer, por ejemplo, que usted no puede estar en todo momento con él, porque necesita su tiempo para atender sus asuntos personales. Si él no entiende, y usted se impacienta, esta impaciencia es captada por el niño y el asunto se vuelve un círculo vicioso. La palabra con ellos no es represión, sino negociación. Así que ármese de una buena dosis de paciencia y comprensión y negocie con el niño.

¿Cómo hacerlo? Simplemente déle explicaciones de por qué si o por qué no puede concedérsele lo que pide, darle el permiso que solicita, hacer lo que hizo o lo que quiere hacer. Los niños índigo son espirituales, pero también extremadamente racionales, y si se les dan explicaciones sencillas, de acuerdo con su edad, seguramente reaccionarán a ellas positivamente. Pero querer obligarlos mediante las órdenes estrictas y o los regaños es seguir, con los niños de la Nueva Era, un camino equivocado.
Tenemos, por ejemplo el asunto de las rabietas. Todos los niños, especialmente los menores de tres años, suelen estallar a menudo en rabietas que, para sus padres, son injustificadas. Para los niños índigo, esta conducta es un evento frecuente que demuestra su inconformidad con las reglas sociales y de educación.

Los niños índigo se estresan más de lo normal cuando no se les permite dar rienda suelta a su expresión, por esa condición tan propia de ellos de ser autosuficientes y autodeterminados. Su mecanismo de defensa es el llanto y las rabietas.

Algunos niños índigo expresan sus rabietas como una manifestación de estrés y esto ocurre, con mayor frecuencia, al final del día. Si su día ha sido tranquilo y feliz, pasado en medio de un ambiente de seguridad y armonía, dormirá como un angelito. Si algo le ha perturbado, si se le ha sacado bruscamente de su rutina o ha habido algún problema, por la noche levantará a todos los demonios de la casa.

Es importante comprender que el niño índigo necesita expresar sus emociones libremente y sin juicios. Dejarlo llorar, aun cuando su llanto le resulte insoportable, y dejarlo manifestar su rabia, hasta agotarla, es saludable. Es la manera que el niño tiene de liberar la carga emocional acumulada cuando no cuenta con suficientes elementos de expresión. Si esta carga emocional no se libera, va aumentado progresivamente a lo largo de los años, se va cristalizando en el cuerpo emocional, y puede provocar que ese niño precioso se convierta en un adulto amargado y endurecido, esencialmente infeliz, hasta terminar en enfermedades crónicas y muerte prematura.

Sin embargo, las rabietas nocturnas pueden tener otras causas, como dejarlos solos a la hora de dormir o acostarlos cuando no tienen sueño, especialmente si han dormido una larga siesta. El niño se frustra y se enoja con toda razón.

Algunos niños ofrecen resistencia para irse a dormir solos y exigen la compañía de uno de sus padres. Cuando esto no se les concede estallan en llanto y esta escena se convierte en un vía crucis diario para la toda familla. Esto ocurre con más frecuencia cuando el niño alcanza los tres años de edad; él siente mucho miedo de quedarse solo, porque ésta es la edad en que comienza a conocer la muerte. Cuando se quedan solos se sienten separados y abandonados y esto les produce dolor y temor. Esta es la etapa en que mas necesitan estar cerca de la madre, de una madre confiable y consciente de su papel que les ayudes a superar sus miedos.

¿Que tal si aparta unos minutos de su tiempo para jugar con su niño o niña índigo antes de que se vaya a dormir? Léale cuentos, platique con él, abra las vías de comunicación. Aliente a su hijo o hija a que le hable acerca de sus sentimientos, escúchelos sin juzgarlos. Quizás el niño escuchó cuentos tenebrosos o vio alguna película de terror.
Si se ha muerto un familiar cercano, sin duda que él le hará preguntas. En este caso, sea lo más honesto posible. Dígale que es muy improbable que un niño de su edad pueda morir. Sustitúyale las ideas de muerte por sueños de realizaciones para sí mismo, para la familia, para el mundo. Es muy sano para su hijo enfatizarle que usted nunca le abandonara y que siempre hay personas a su lado que le cuidan y le aman. Si el niño se lo demanda, háblele más profundamente acerca de la muerte. Pero nunca, nunca deje de responderle.

Es importante que los niños se sientan amados y respetados, independientemente de que sus sentimientos y actitudes provoquen molestia e incomprensión por parte de sus padres: esto se debe a esa tendencia que tenemos de etiquetar las cosas como “buenas’ o “malas”, según nuestro ya obsoleto sistema de valores y creencias. Obsérvelos con amor, no les muestre desagrado y mucho menos indiferencia. Ellos necesitan de su aprobación y de su respeto para manifestar sus necesidades más apremiantes y llorar es una manera de descargar su malestar. Pero generalmente los padres lo toman como una forma de manipulación o de malcriadez. Quizás usted aprendió a no expresar éste sentimiento y hasta se te castigaba fuertemente si lo hacía, se le condicionó a no sentir, mucho mas si es usted hombre.

Evite rechazarlos cuando usted cansado o apurado. Su hijo no es un cachorrito juguetón a quien puede golpear o empujar para apartarle (tampoco debería hacerlo con el cachorrito). El niño índigo sentirá el rechazo como una bofetada. También resulta en extremo contraproducente privar al niño de su amor, de sus abrazos y su cercanía, y mucho más utilizar este rechazo como una forma de castigo con el argumento de que así lo trataron a usted, y con el cuento de que a los niños no se les debe acostumbrar a los brazos porque “se echan a perder”.

Es altamente saludable que sus niños aprendan a compartir con otros niños, desde muy pequeñitos, especialmente con otros niños índigo. Ellos se entienden entre sí. Entréguelos a mallos expertas para que realicen actividades que requieran dormir fuera del hogar y verá que su comportamiento es totalmente diferente, tanto que usted quedará asombrado.

Sugerencias en caso de conflicto conyugal

Los sensitivos niños y niñas índigo resienten, más que los otros niños, el hecho de que haya problemas en casa o peleas entre sus padres. Su enorme sensibilidad les hace percibir este tipo de conflictos, y si sienten que pueden romper su seguridad, tratarán de llamarla atención mediante conductas inapropiadas o actitudes rebeldes, las cuales incluyen tirarse una pataleta a la hora de acostarse, o incluso en medio del día, en medio del pasillo de un supermercado, por ejemplo.

Por esto, es importante que si existen problemas entre usted y su cónyuge, traten de resolverlos de manera armónica, para evitar que se cree un ambiente de tensión que los dañará a todos, pero en especial al pequeño índigo. Y por supuesto, una regla de oro es jamás pelearse ni discutir delante de la criatura (ni de ninguno de sus hijos, sean o no índigo).

Otras reglas importantes en el caso de que exista un conflicto conyugal son:

• Nunca le hable mal a sus hijos de su cónyuge; recuerde que él o ella es su papá o su mamá, y que para ellos es un ser sagrado. Si usted les habla pestes de él o de ella, les romperá la seguridad.
• Nunca obligue al niño, índigo o no, a establecer alianzas con usted y contra su cónyuge. El niño los ama a ambos, y esta situación le provocará un tremendo conflicto interior.
• Eviten a toda costa cualquier tipo de violencia, sea psicológica, verbal, sexual y, por supuesto, física.
• Si sobreviene un divorcio entre ustedes, no consideren a sus hijos como un trofeo. Permitan que vean al cónyuge que se ha ido de casa, no les rompan su núcleo familiar.

Algunos consejos para los padres

Hay algunas reglas básicas que debemos tener en cuenta para ayudar a nuestros niños de la Nueva Era a lograr todo el brillo de su personalidad.

• Trate a su índigo con respeto.
• Honre su existencia en la familia, y hágale sentir bienvenido a ella.
• Permita que participe en las decisiones y asuntos familiares, en cuanto pueda hacerlo.
• Nunca lo desprecie ni lo haga sentir pequeño.
• No le oculte nada, ni use lenguaje ofensivo.
• No le dé dobles mensajes que sean contradictorios, porque lo confundirá. Esto es válido para todos los niños, y es un error muy común en los padres.
• Ayúdelo a crear sus propias soluciones disciplinarias.
• Siempre déle a elegir.
• Conviértalo en partícipe activo de su propia crianza.
• Explíquele siempre el por qué de las instrucciones que usted da. No use la frase de: “porque yo lo digo”. Si usted utiliza semejantes expresiones, entonces reconsidere sus instrucciones y corríjalas. Su hijo o hija la/lo respetarán por ello y esperarán a que usted se defina. Pero si usted les da órdenes autoritarias y dictatoriales sin bondad ni razones sólidas, estos niños lo derrotarán. Simplemente no obedecerán o, lo que es peor, le darán una lista de razones que descalificarán sus intenciones. La honestidad vencerá como nunca antes.
• Desde que son muy pequeños, explíqueles todo lo que usted está haciendo. Tal vez ellos no entiendan, pero percibirán su conciencia y su intención de hacerles participar y de comunicarse con ellos.
• Si surgieran problemas serios de conducta, hágalo examinar primero antes de iniciar un tratamiento basado en drogas como el Ritalin u otros medicamentos psicotrópicos.
• Proporciónele seguridad cuando usted le brinde apoyo. Evite críticas negativas. Siempre hágale saber que usted le apoyará en todo momento. Su niño índigo crecerá de acuerdo con lo que usted le ha comunicado, y este proceso de crecimiento le sorprenderá por su profundidad y su brillo.
• No le diga quién es, ni quién será en el futuro. El o ella lo saben mejor que usted. Tampoco trate de imponerles una profesión. Deje que ellos decidan lo que les interesa. No los fuerce a que entren en el oficio familiar o en algún tipo de negocio porque la familia lo haya estado haciendo durante generaciones. Estos niños no serán seguidores en absoluto. Todo lo contrario.

En la escuela

Los niños índigo suelen tener problemas con los sistemas y métodos educacionales en las escuelas tradicionales, porque, como decíamos antes, ellos no se adaptan al método, sino que es preciso que el método se adapte a ellos.

Su forma de ser característica, su alta autoestima, su profunda conciencia de que son especiales y el hecho de que parecen saberlo todo suelen causar el rechazo de sus maestros, y también del resto de sus compañeros.

Si se le diagnostica equivocadamente con el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, se puede caer en el error de querer “controlarlos” con drogas, lo cual puede constituir un grave error, que apagará al niño por completo y hará que el mundo pierda a uno de sus seres más valiosos.

Ahora que la conciencia mundial de la existencia de los niños de la Nueva Era está creciendo, que se sabe que son una realidad y no un mito esotérico nacido de quienes proclaman el fin del mundo, que las investigaciones científicas comienzan a demostrar que realmente son diferentes y especiales, los colegios y demás centros educativos deben estar atentos para reconocer la presencia de niños índigo dentro de los salones escolares, y reconocer que estos particulares alumnos simplemente no funcionan ni responden con los métodos de enseñanza tradicionales. Por el contrario, los niños índigo aprenden de forma reflexiva y participativa, no mediante la memorización. Por ello no es extraño que a muchos de estos pequeños se les califique como niños problema, ya que se dispersan con gran facilidad durante las clases.

En la educación y al elegir una escuela, debemos tener en mente que debemos enseñar a los niños cómo pensar y no qué pensar. Los viejos patrones educativos se basan en la creencia fundamental, y errónea, de que los niños son simples vasos vacíos que deben ser llenados de conocimiento por expertos, los profesores.

Pero nuestro papel como padres y maestros no es transmitir conocimiento solamente, Sino también transmitir sabiduría. La sabiduría es la forma de aplicar el conocimiento. Cuando les damos a los niños sólo conocimientos y hechos aislados, datos y cifras, les estamos diciendo qué pensar, lo que supuestamente deben conocer y saber, lo que queremos que ellos crean y conciban como verdad.

Por el contrario, cuando les transmitimos sabiduría a los niños, no les estamos diciendo lo que deben pensar o lo que es verdad. En cambio, les decimos cómo hacer para encontrar su propia verdad. Por supuesto, no podemos ignorar el gran caudal de conocimiento que existe cuando enseñamos sabiduría, porque sin conocimiento no hay sabiduría. Una cierta cantidad de conocimiento debe pasar de una generación a la siguiente, pero debemos permitir que los niños lo descubran por sí mismos, fomentándoles el gusto por la investigación, despertando su interés y su curiosidad. El conocimiento con frecuencia se pierde, pero la sabiduría nunca se olvida.
Todavía en muchos casos desafortunados, los maestros utilizan las técnicas de avergonzar y hacer comparaciones entre los estudiantes, con la idea de que eso les hará motivarse. En estas circunstancias cualquier niño que no encaja en el modelo es considerado un niño problemático. El problema con este sistema es que los niños aprenden a suplir su necesidad de atención y reconocimiento de forma negativa, poniéndose necios, rebeldes, indisciplinados.

Hasta que haya escuelas especiales para los niños índigo, como debería haberlas ya, quizás quiera inscribirle en planteles cuyo método académico y educativo esté más orientado hacia la libertad individual, como aquellos que implementan el sistema Montessori, que si bien ha sido muy controvertido, parece funcionar eficientemente con los niños de la Nueva Era.

Para padres y maestros: cómo relacionarse con los niños índigo.

• Los índigos son abiertos y honestos. Esto no es una debilidad, sino su mayor fortaleza. Si los padres y maestros no son honestos y abiertos con ellos, los niños índigo no variarán su conducta con ustedes: sin embargo, no los respetarán.
• El aburrimiento puede provocar arrogancia y aburrimiento en los índigos. Así que el secreto es no dejar que se aburran. Si actúan con arrogancia, significa que necesitan un nuevo desafío y nuevos límites. Alimenten sus cerebros y manténgalos ocupados de la mejor forma posible.
• Los padres, maestros y cuidadores de los niños índigo tienen que ser capaces de establecer y mantener límites claros y sin embargo, lo suficientemente flexibles para cambiar y ajustar esos límites cuando sea necesario, basados en el crecimiento emocional y mental, pues los índigos crecen rápido. Ser firmes, pero justos, es necesario para el bien de ellos y el de ustedes.
• El mensaje dado y transmitido por los adultos debe ser más placentero que doloroso, y más basado en el amor que en el miedo.
• Mantengan al niño informado e involucrado en los asuntos.
• Eviten malentendidos mediante el simple hecho de darles explicaciones sensibles y racionales.
• No pierdan la paciencia con un niño índigo, ni lo repriman sólo porque ustedes están desconcertados y no saben cómo tratarlo.
• Eviten dar órdenes utilizando verbos en imperativo. En vez de usar órdenes verbales, usen el tacto para llamar su atenci6p. Ellos son muy sensibles al contacto (toque respetuoso en el hombro, apretón de manos, abrazo, etc.).
• Mantengan su palabra. De otra forma, los índigos no los respetarán.
• Negocien cada situación en la que haya un desacuerdo o un posible conflicto.
• Dejen que sus reacciones y palabras le muestren amor, y no odio, rechazo o agresión.
• En caso de que sea necesario un regaño, discutan la situación generadora de la reprimenda después de ésta. Acérquese al niño y vea si hubo un aprendizaje y un crecimiento tras la reprimenda.
• Recuerden que el castigo no funcionará con estos niños. El castigo es diferente de la reprimenda. El castigo está basado en la culpa, mientras que la reprimenda se basa en un crecimiento o mejoramiento, es decir, en un avance espiritual.

Un tesoro en cada niño

Lo más importante es recordar que todos los niños merecen ser tratados como seres humanos valiosos, como la auténtica semilla de la nueva humanidad, con respeto y dignidad y en su justo valor, permitirles que resalten sus aptitudes, desarrollen su vocación y dejarlos ser. No importa si son o no índigo, de lo contrario sería menospreciar a una criatura que también es parte valiosa de nuestra especie y que tiene un papel importante que desempeñar en el juego de la vida.

Dicen los expertos en teología que a partir de una cierta edad y dentro de pocos años, todos los niños del planeta van a actuar como si fueran índigo; todos asumirán su rol dentro de las generaciones de relevo que habrán de construir una nueva Edad de Oro y traerán el Cielo a la Tierra. Será un efecto más de la masa crítica, una especie de imitación que eventualmente conducirá a la autenticidad. Bastará con que un cierto números de niños presenten características especiales, para que en breve tiempo todos los niños se equiparen, debido a ese maravilloso mecanismo natural de adaptación y empatía. Les sucederá como a la mayoría de los chicos que cuando, en edades tempranas, presentan marcadas diferencias en el aprendizaje, logran equiparar sus destrezas habilidades con muy leves diferencias.

En fin, los niños índigo no son una moda. Son una realidad que está obligando a cambiar nuestros sistemas de creencias y los esquemas de esta sociedad. Los nuevos niños exigen, también, padres y maestros que sean nuevos en sus perspectivas, en sus valores y en su forma de actuar y educar.

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