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sábado, 28 de marzo de 2009

OUIJA 

OUIJA CAPITULO IV (POSECIONES Y EXORCISMOS)
POSECIONES Y EXORCISMOS

A lo largo de este tema hemos sostenido la teoría de que el espiritismo y la ouija tienen importantes conexiones. Y estamos convencidos de que la tabla resulta un medio tan válido como puedan serlo las sesiones espiritistas para contactar con los entes que habitan en el más allá, donde, al igual que en nuestro mundo, conviven el bien y el mal.

Podría resultarnos un poco difícil la aceptación de la idea de espíritus demoníacos que toman gusto por nuestros cuerpos y mentes. Nos parecería quizá que se trata de una película de terror de poca categoría o que se asemeja a alguna novela de ciencia ficción barata. De lo que no hay duda es de la autenticidad de casos en los que seres han invadido las mentes de personas, pues sus vivencias se han reflejado en infinidad de publicaciones que se han consultado para complementar el presente escrito.
Los especialistas en esta materia creen que estamos protegidos de estos entes por un halo de luz y de color
—un campo magnético que rodea el cuerpo de todo ser vivo—, un aura que puede ser discernida por muchos metapsíquicos y que incluso se ha llegado a captar gracias a un sofisticado sistema de fotografía. Dichos expertos son los que aseguran que el aura y la vida de la persona son inseparables —y que los cambios de color y forma se corresponden a alteraciones de salud, carácter, estado e incluso de la propia naturaleza espiritual—. Consideran que una vez la emanación protectora —el aura— se desgarra o se enreda, la entidad inversora puede socavar y minar a la que será su víctima creando un sentido de dependencia en ésta. Quizá podríamos denominar a este proceso como estrategia.

Pero las tácticas no son siempre las mismas. El ataque puede suceder de forma brutal y repentina, pero ello no ocurre con demasiada frecuencia. A menudo es un problema de seducción gradual. Incluso el ataque brutal sobreviene después de una campaña que ha debilitado a la víctima.

El invasor se centra en los puntos flacos de quien desea poseer. Las debilidades, naturalmente, variarán de persona a persona. Si una es vanidosa se apelará a ello y el seductor dirá: «Te necesito y sólo tú puedes ayudarme»... A veces se dice al que será invadido que hay que llevar a cabo una importante misión de algún tipo y que colaborando (agresor y atacado), este trabajo podrá llevarse a buen término. Dicha táctica es muy común.

Por lo que respecta a la entidad invasora, cualquier respuesta emocional es deseable, incluso la negativa. Los recursos cambian pero la intención es siempre la misma:

Establecer una relación y alimentar una dependencia. La entidad es maliciosa y no le importará mentir, hacer ver que es otra persona (normalmente algún ser querido) y halagar.

Si ha de servir a sus propósitos, utilizará tácticas para procurar que su víctima se agote, provocar que sienta miedo —cualquier cosa para mantener el vínculo, lo que sea para retener su atención una vez ha sido captada.

Es mejor para el atacante, naturalmente, si su víctima está sola, aislada, cansada y enferma. Así, de esta manera, animará a su agredido/a a que rechace los amigos verdaderos y a que crea solamente en las comunicaciones de la ouija para obtener buenos consejos, avisos y compañía. Para terminar, enviará al poseído a viajes salvajes y sin sentido. Recomendará acrobacias peligrosas y aventuras locas mientras desaconsejará cualquier actividad sana o cuidados médicos adecuados.

Si es necesario provocará miedo, materializándose en formas espantosas, induciendo visiones grotescas, incitando actividades poltergeist, haciendo que objetos aparezcan como llovidos del cielo (de repente), transmitiendo noticias falsas o trágicas, haciendo que objetos leviten, o quizás haciendo levitar a la propia víctima. Todas estas cosas y muchísimas más pueden suceder «no como finalidades en ellas mismas, pero sí como una manera de completar la posesión. Si el temor ha de permitir abrumar a la víctima, habrá pánico. La estrategia debe conseguir que la víctima crea que cualquier oposición al invasor carece de valor. Cuando finalmente el ser humano piensa que no tiene sentido alguno luchar, enfrentarse a cuanto le sucede, la posesión está completa.
Se cree que los espíritus terrestres son, frecuentemente, aquellos que llevaron una existencia problemática y destructiva en la tierra. Cuando uno cambia de la vida a la muerte, no hay una variación profunda en el carácter. Aquellos que fueron viciosos y violentos en su existencia terrena serán a su vez viciosos y violentos después de su muerte. Es esta negatividad la que provoca que la mayoría de espíritus terrestres no entiendan ni acepten que han fallecido. Ellos subsisten porque sus apetitos terrestres continúan dominándoles. Están frustrados y furiosos porque no pueden satisfacer sus deseos. La tiranía terrestre, social o doméstica es a su vez tiranía en el plano «post-muerte»; un deseo de dominar y controlar a otros seguirá conduciendo su personalidad en esa existencia incorpórea. Este tipo de seres a quienes evitamos mientras se hallan en nuestro mundo serán a los que estamos invitando mediante nuestras experiencias con la ouija. Y una vez invitados intentarán estar con nosotros, ser parte nuestra, ¡ser nosotros mismos!

El sociólogo y escritor Jan Currie explicó la muerte en estos términos. Es un serio error de concepción sobre la muerte el creer que desde el momento en que ésta transforma a las personas en espíritus, éstos, automáticamente, se convierten en espirituales —benevolentes, sensatos, conocedores de todo—. Esta idea sobre la muerte no podría ser más errónea. La línea de separación entre los mundos de la vida y la muerte parece ser un tipo de:
«Jungla metapsíquica ineficazmente vigilada, un territorio proscrito atestado de seres psicopáticos viciosos». Si estos entes trastornados localizan y se adaptan a una víctima del mundo humano, la naturaleza destructiva y violenta de estos muertos terrestres operará con incluso menos restricciones que en su vida de carne y hueso.

OBSESIÓN Y POSESIÓN ACCIDENTAL

Es decir, que la obsesión puede sobrevenir cuando un espíritu terrestre quiere dominar, controlar y de forma deliberada escoge entrar en una persona. Pero no todas las obsesiones o posesiones son resultado de esta deliberación. También puede suceder por accidente. Esto, creído por muchos, tiene lugar cuando, a través de una experiencia con la ouija, un espíritu de los denominados terrestres se enreda en el aura del que opera con la tabla sin pretenderlo y sin saber tampoco cómo desenmarañarse.
Esta fortuita relación puede resultar benigna o maligna, en base a la personalidad del espíritu. La obsesión puede ser breve y sin relativo dolor si todo cuanto el ente desea hacer es decir adiós a alguien antes de partir hasta su esfera adecuada. Sin embargo, el ser puede ser de naturaleza violenta, destructiva, y quizá no desee buscar jamás la dimensión que le corresponde. Esta es la relación que causará a la víctima lo que se cataloga como estado de agonía.
La explicación a este fenómeno se encuentra en el hecho que la experimentación con la ouija aumenta aparentemente el aura del operador, de manera que llama la atención, alterando su intensidad, forma y color de la misma. Los espíritus terrestres confundidos o las entidades no humanas que residen en la nebulosa oscuridad son atraídos hacia el aura enardecida y aumentada. Se asemeja a un refugio, un oasis de luz en un mundo de tinieblas. Cuando el ente curioso se acerca a la claridad para investigar, sea de forma deliberada o a través de algún tipo de magnetismo o torpeza, el enmarañamiento ocurre.

El espíritu no tiene otra opción que la de acompañar a la persona viva. Y ello puede provocar que el ente, que se encuentra confundido por su nuevo estado, piense del cuerpo que ocupa que es un guardián o bien que se trata de una enojosa cárcel de carne y hueso.

Lo que es peor, sin tener en cuenta si la unión fue accidental o provocada, es que esta ocupación de un cuerpo puede evolucionar en una posesión completa. Atrapada en el cuerpo, la entidad empieza a pensar que éste es suyo, que le pertenece, y con el tiempo procurará echar a su ocupante original para poder realizar cuanto le venga en gana.

EL EXORCISTA

William Peter Blatty basó el que fue su best seller y la famosa película El exorcista en un caso real de posesión ocurrido en el año 1949. En la obra creada por Blatty es una adolescente quien resulta invadida por un demonio después de que su madre y su tía experimentasen con la tabla de la ouija. La verdadera víctima de esta terrorífica historia fue un chico de catorce años llamado Douglas Deens.

La historia apareció por primera vez publicada en el Washington Post el día 20 de agosto de 1949. La primera línea del artículo decía: «En lo que quizá sea una de las experiencias más destacadas de este tipo en la historia religiosa reciente, un chico de Mount Rainer de 14 años ha sido liberado por un sacerdote católico de una posesión diabólica, según manifestaron ayer fuentes católicas.»
J. B. Rhine, director del laboratorio de parapsicología de la Universidad de Duke, investigó el tema y declaró que se trataba del más impresionante caso de poltergeist con el que se había encontrado.

La palabra poltergeist proviene del griego, que significa ruido de fantasma. Algunas de las manifestaciones en el caso de Douglas Deens incluyeron:

— La cama en la que dormía el joven iba de un lado a otro de la habitación.
— Un sillón pesado en el que estaba sentado el protagonista, se ladeó de tal forma que hizo caer a su ocupante.
— Ante la presencia del joven, la fruta que estaba encima de la nevera saltaba aplastándose contra la pared.
— Se oían ruidos y chirridos que provenían de las paredes cercanas a donde se hallaba el muchacho.

Los vecinos de los Deens se rieron al principio por todo cuanto ocurría diciendo que la casa debía estar encantada, pero cuando Douglas les visitó las manifestaciones continuaron, incluyendo además sacudidas violentas, aparentemente involuntarias de la cama del chico.

Los Deens decidieron acudir a su sacerdote para que les ayudara. Al principio se mostró escéptico e invitó al joven a su casa. Se convenció al presenciar bastantes manifestaciones, incluyendo la del sillón volcándose. (Tras esta prueba intentó él mismo tirar el asiento mientras lo ocupaba, cosa que le resultó del todo imposible.)

Un cura jesuita de San Luís visitó a Douglas y observó detenidamente las manifestaciones. Estuvo con él durante dos meses, llegando incluso a dormir en la misma habitación que el muchacho. Finalmente le trasladó al Hospital Universitario de Georgetown, y al de San Luís.

Sólo se tomó la decisión de hacer un exorcismo cuando se comprobó que cualquier otra posible cura había resultado negativa.
Los padres de Douglas no eran católicos, así que hubo que convertir al joven antes de exorcizarle. También recibió instrucción religiosa.

Fueron llevadas a cabo de veinte a treinta sesiones, durante cada una de ellas un promedio de tres cuartos de hora. El sacerdote, habiendo ayudado, empezaba celebrando una misa y rezando para invocar la fuerza divina. Más oraciones y salmos eran cantados. Luego, tras esparcir agua bendita por encima del chico, leía el ritual que ordenaba al espíritu a que saliera.

« Yo te ordeno, quienquiera que seas, espíritu oscuro, y a todos tus asociados, obsesionando a este amigo de Dios, que por los misterios de la Encarnación, Pasión, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, por la misión del Espíritu Santo y por la venida del mismo Señor para el Juicio, que me digas tu nombre, el día y hora de tu muerte, a la vez que hagas algún signo. Y aunque yo soy un indigno ministro de Dios, te ordeno por todas estas cosas que nunca mas ofendas a esta criatura de Dios, o a ninguna otra de las que se hallan aquí presentes o a sus pertenencias.
»Sal, por tanto, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, deja lugar al Santo Espíritu a través del signo de la Sagrada Cruz de Jesucristo Nuestro Señor, que con el Padre y el mismo Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. »
El joven, al principio, reaccionó de forma violenta a estos rezos y plegarias —chillando, blasfemando e incluso hablando en latín, lengua que nunca había estudiado—. Luego, declaró que había tenido una visión en la que San Miguel echaba al diablo..
El cura pudo afirmar que el muchacho estaba totalmente fuera de peligro. Las manifestaciones se habían terminado.
El periódico Washington Post escribió que los exorcismos y los casos de posesión diabólica eran muy escasos en el mundo cristiano de Occidente. El rito solemne de exorcismo era casi con toda seguridad el primero que se llevaba a cabo en el área de Washington.
El caso de Douglas Deens por fin había terminado.

OTRAS TEORÍAS SOBRE LA OUIJA

El interés por los médium, fantasmas y la comunicación con el mundo de los espíritus no deja de aumentar y las antiguas preguntas siguen en pie: ¿Existen los fantasmas? ¿Pueden las sesiones de ouija hacer venir espíritus del más allá? Si no es así, ¿cómo podremos explicarnos los fenómenos físicos que algunas sesiones generan? ¿Podrían estas manifestaciones ser producidas por gente corriente sin la presencia de un espíritu?
Estas y otras cuestiones fueron planteadas por algunos de los miembros de la Sociedad de Investigación Psíquica de Toronto, una fundación sin ánimo de lucro creada el año 1970 para promover el estudio de las fronteras de la ciencia y dar información sobre ello.

EL EXPERIMENTO CON PHILIP

Para hacer frente a estos temas un grupo de voluntarios de la mencionada sociedad, una porción de ciudadanos normales y corrientes, ninguno de ellos médium, aceptaron reunirse regularmente en una habitación completamente iluminada para ver si podían producir efectos similares a los de una sesión, no mediante la invocación de espíritus para comunicarse con ellos, sino proyectando un pensamiento acordado con anterioridad por los allí presentes.

Se pretendía ver si eran capaces de manifestar un carácter imaginario, y para ello confeccionaron de forma deliberada la biografía de un ser ficticio por completo, al que llamaron Philip.
Esta es su «historia»: Pbilip fue un aristócrata inglés del siglo XVII, católico. Se hallaba en una incómoda situación, pues había dado apoyo al ya derrocado rey católico Carlos 1. Quien ocupaba el poder era Oliver Cromwell. La esposa de Philip, Dorotea, era malvada y utilizó la ideología religiosa de su marido para perjudicarle. Declaró públicamente en su contra, y le hizo casi perder no sólo su reputación sino sus posesiones y su título.
La situación matrimonial empeoró al enamorarse Phihp de Esmeralda, a quien instaló en la casa del guardabosque de su mansión familiar. Cuando Dorotea descubrió el loco amor que por esa joven sentía su marido, la acusó públicamente de bruja y tuvo la gran satisfacción de verla quemar en una pira.
Dicha actuación llenó de desesperación el ya amargado corazón del aristócrata y al cabo de un tiempo no pudo resistir la tentación de tirarse por una de las almenas de su vivienda de Diddington.
Este trágico, pero tonto fantasma, fue la personalidad que el grupo de Toronto intentó conjurar en sus experimentos.
Después de cada uno de ellos los integrantes de la reunión memorizaban la supuesta biografía, que como es de suponer contenía muchísimos más detalles.

Si bien al principio no se obtuvo resultado alguno, se siguieron viendo de forma regular. Al final, acordaron probar otra estratagema, harían una sesión. Después de todo, los fenómenos que esperaban realizar eran frecuentemente obtenidos a través de la tabla. Se mantendrían todas las normas acordadas con anterioridad y se seguiría enfocando la cuestión a través de la biografía ficticia ya desarrollada.

Realizaron la primera sesión.

Alguien acudió, pues se oyeron golpes en la mesa, debajo de las manos de los que se hallaban reunidos. Un golpe significaba SÍ y dos querían decir que NO. Se trataba de Phihip.
Las conversaciones, una vez iniciadas, siguieron durante los siguientes cinco años. El fantasma prefabricado se convirtió en un adepto de los golpes, produciendo una gran variedad de sonidos como respuesta. Incluso desarrolló la habilidad de transportar sus contestaciones a objetos apartados de la mesa desde la que operaban los experimentadores. Uno de estos objetos fue un plato metálico que se hallaba colgado de la pared. Cuando se grabaron dichos ruidos, un análisis electrónico indicó de forma clara que los sones emitidos por Philip eran distintos a los otros registrados en la misma cinta.

El experimento con Philip demostró, para quienes estudiaron el caso, que tanto el «fantasma» como la amplia gama de fenómenos a él asociados eran producto del conocimiento consciente y subconsciente de grupo. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que las respuestas de Philip nunca se desviaban de la lógica impuesta por su presunta biografía. Al tiempo que las conversaciones seguían y Phihip iba contando más detalles de su «historia», lo que explicaba eran siempre extensiones a la vida inventada por el grupo. Su personalidad era más clara, pero siempre en términos de la «existencia» que le había sido creada.
Hay que mencionar el hecho que si el colectivo variaba alguno de los puntos de la vida del «fantasma» éste aceptada el cambio de forma inevitable. Y si el grupo desconocía la respuesta a alguna de las cuestiones, el ente no daba respuesta específica alguna, no sabía qué contestar. Y al igual que los operantes de la tabla, era incapaz de predecir el futuro.

¿Cuáles fueron las conclusiones? Bien, naturalmente la idea de los espíritus y la comunicación con ellos no puede ser nunca rechazada por completo, pero este experimento planteaba que si la gente quiere creer en los espíritus con fuerza y convicción, sus deseos se convertirán en realidad.

Un tiempo más tarde se creó un segundo grupo en la misma sociedad para descubrir si podía duplicarse el experimento original. En menos de cinco semanas de esfuerzo canalizado, el colectivo se estaba comunicando con su personaje imaginario.

Hasta la actualidad la prueba ha sido realizada con éxito docenas de veces en distintas partes del mundo. Uno de los participantes manifestó que con su trabajo se había demostrado la no existencia de espíritu alguno tras las respuestas obtenidas durante la prueba, pero que se trataba de una fuerza desconocida que debía ser investigada.

¿Cómo funciona la materialización de caracteres ficticios? Irish M. Owen y Margaret Sparrow investigaron los procesos y analizaron los resultados en su obra basada en las sesiones con Philip.
La compenetración del grupo parece ser el principal problema —el entendimiento y el énfasis que se desarrolla en el grupo al pasar los miembros una cantidad de tiempo junto—. A medida que aumenta la tensión emocional ésta se libera en telepatía colectiva. Los autores del libro consideraron la validez de dichos experimentos.

Sus descubrimientos mostraban que no se podía afirmar, como hacen muchos, que los fenómenos físicos de la habitación son siempre fraudulentos, porque podrían ser efectos genuinos de psicoquinesia, y el comunicador supuestamente presente podría ser tan imaginario como Philip.

La telepatía parece tener lugar, y existir, entre gente corriente que no tiene habilidades físicas, e incluso a veces entre personas que no parecen creer que ello sea posible.

La tabla de la ouija es un medio de comunicación con el subconsciente colectivo del grupo que opera con ella. Por tanto, hay que reconocer esa naturaleza del conjunto. Por ejemplo, si un mensaje de la ouija sugiere que se debe cambiar de trabajo, hay que pensar detenidamente si uno mismo está satisfecho con el suyo y, si realmente lo desea, entonces puede cambiar. Hay que actuar de forma racional, pero si una vez recibido un mensaje se busca una ocupación distinta a la actual, sin pensar conscientemente que ello es lo deseado, pueden venir los problemas.

Cuando hay varias personas alrededor de la tabla existe un grado de telepatía entre ellas, y quizá se están recibiendo las ansiedades y problemas de uno solo. Por lo tanto, la respuesta obtenida no tiene porqué estar vinculada específicamente con el que ha realizado la cuestión. En otras palabras, y siguiendo con el ejemplo del trabajo, podría muy bien ser que alguien de la sala esté obsesionado con la idea de cambiar de ocupación, y esa angustia se transmita a los demás participantes de la sesión. En el experimento con Philip se dieron cuenta que cuando se obtenía una buena respuesta era cuando había un flash telepático que circulaba por la habitación.

LOS PELIGROS

Gente sin cultura, sin conocimientos sobre la materia, pueden resultar gravemente perjudicados con lo que suceda ante una tabla de ouija. Para una persona madura y reflexiva, interesada en psicología humana, es fascinante ver cómo este proceso se desarrolla. Si se puede ver en la tabla lo que realmente es —un sistema para comunicarse con el subconsciente— resultará de gran ayuda, si se analiza y observa para criticar y conocer las propias angustias. Se trata de que sea uno mismo quien decida lo que pretende, pero siempre deben establecerse unos límites.
El uso de forma inconsciente de automatismos como la ouija puede inducir a psicosis. Esta opinión es compartida por gran cantidad de expertos de todos los países. La psicosis mediumnística es una desintegración que, si bien no hace añicos la psique, sí crea unidades funcionales que actúan de forma más o menos independiente. No es una división ni una partición, sino una especie de liberación de sistemas parciales que justifican la imagen de sucesos aparejados en un organismo multidimensional más que una fisión.

Exista o no predisposición para ello, esta personalidad artificial surge por exposición a automatismos y el uso de ellos. En otras palabras, estos instrumentos físicos juegan un papel funcional en el desarrollo de la psicosis. La psicosis mediumnística es una forma particular de enfermedad que no puede ser justificada en términos de predisposiciones y circunstancias personales. Se podría haber prevenido evitando los automatismos. Si el mecanismo de éstos se entiende como lo que realmente es —la comunicación con el otro yo del operador— los problemas podrían evitarse. Cuando la persona confunde los resultados de sus experiencias con espiritualismo, su psique se vuelve vulnerable a un shock.

Este shock tiene lugar cuando los mensajes recibidos son tomados como extraños a uno mismo e inaccesible al control de forma voluntaria. Hay una tendencia por parte del subconsciente a personificarse. Ello se refuerza porque el inconsciente consiste en un terreno psíquico autónomo y tiene a su disposición el banco de la memoria de la personalidad por completo —mucha más información de la que dispone o a la que puede acceder el ego consciente—. La parte consciente no puede conocer los sucesos almacenados en el subconsciente. Cuando parte de este material pasa la frontera y llega al mundo consciente sobreviene una experiencia que puede ser arrolladora.

Aunque la psicosis mediumnística tiene síntomas en común con las alteraciones histéricas, estas psicosis deben ser distinguidas de los estados esquizofrénicos, mas que considerarlas como una mera subcategoría con matices ocultos. Las alteraciones sufridas por los médium son un estado psíquico transitorio causado por el uso indiscriminado de prácticas espiritualistas y establecidas por el shock afectivo de una mala interpretación de otras prácticas.
La distinción arriba indicada es vital para el diagnóstico. La psicosis mediumnística puede ser curada si se detecta a tiempo.
Hay quien opina que siendo la ouija un sistema para liberar el subconsciente puede utilizarse la tabla para conocer las angustias y obsesiones del paciente tratado de psicosis. Podría ser comparado este sistema al utilizado por Charcot y Breuer durante sus sesiones de hipnosis por magnetismo que les permitieron cosechar innumerables éxitos en el terreno de las enfermedades mentales.
Deben utilizarse estos sistemas con mucho cuidado, pues al contrario del puesto en práctica por los dos franceses, el que necesita la tabla de la ouija es llevado a cabo en estado consciente por parte del enfermo, y ello puede llegar a distorsionar las respuestas.

Sea lo que sea aquello que mueve el master del tablero de la ouija, es decir, el subconsciente, para unos, o los espíritus, para otros, no podemos dejar de advertir a nuestros lectores que el uso indiscriminado de este método puede ser altamente perjudicial para la mente del operador.

Autor: Francisco Caudet Yarza




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