Mundo Esotérico

Zeus entre los griegos, Júpiter entre los romanos. Padre omnipotente de todos los dioses. Su heraldo, el águila; su árbol sagrado, el roble; y su principal manifestación, el trueno. Las modernas olimpiadas tienen su origen en los juegos atléticos que en su honor, se celebraban en Olimpia, Grecia.

El “Zeus Olímpico” de Fidias, adornaba su templo. Estatua de 12 metros de altura, tallada en mármol y con adornos de oro y marfil, qué fue considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Para los griegos, esta divinidad estaba dotada de diversos atributos, como eran, la luz, los fenómenos atmosféricos, etc.

Zeus, destrona a Cronos, y después de vencer a los titanes ofrece a Poseidón, el mar, a Hades el infierno, y se adjudica los cielos y la tierra.

Primeramente se casa con Métis, la diosa de la sabiduría, y después con Hera. Resuelve terminar con el mundo, por lo que manda el diluvio, y con los sobrevivientes Deucalión y Pirra, comienza una nueva generación.

Para machos de los poetas griegos, Zeus era el dios de la justicia, de la moral, de la ley del universo y de la razón.

La actividad de Júpiter como el elemento astrológico se interpreta como la máxima influencia benéfica de todos los factores que intervienen en el estudio.

Júpiter permite al nativo el fácil desarrollo de cualquier empresa que intente.
Júpiter significa la naturalidad, como todopoderoso, sus mandatos son incuestionablemente llevados a cabo. Contradecir sus órdenes implica despertar su furia; no tiene más que levantar el dedo para que el trueno anteceda a la tormenta.
Representa aún la realización de lo imposible, y la facultad, como máxima autoridad de repartir todos los reinos del universo.

Su palabra clave es la espontaneidad, es decir, todo aquello que se realiza por sí solo y de manera perfecta.

Representa desde luego la opulencia, la benevolencia y el poder, reclamando asimismo la reverenda y la obediencia.

Como actividad pura, la espontaneidad viene a representar el acto más sublime que es capaz de realizar el ser humano.

Para que un acto pueda calificarse de espontáneo, tiene que existir la ausencia de la obligación, es más, del deber. Lo único que cuenta es dejar satisfecha una necesidad.
De ahí, que un acto de espontaneidad auténtica realizado por una persona, nos motiva a elevarla casi a una categoría de semidiós. Generalmente nos produce un desconcierto y una incredibilidad.

La espontaneidad es privativa de las personas con un gran conocimiento de la vida y de sí mismas. Implica riqueza material y sobre todo espiritual, inteligencia y conocimiento de los demás.
La espontaneidad es la manifestación más pura del amor.