Mundo Esotérico

Hermes, Mercurio entre los romanos, fue hijo de Zeus y de Maya. Según la leyenda, al primer día de nacido inventó la lira y se robó los bueyes de Apolo. Al ser descubierto, fue llevado ante Zeus.
Hermes interpretó con habilidad la lira, y después se la obsequió a Apolo, quien a cambio le entregó una vara mágica enrollada de víboras. Ante tal demostración de inteligencia de su hijo, Zeus lo nombró mensajero de los dioses, dotándole un gorro y zapatos alados. Hermes conducía las almas de los muertos a los infiernos. Además servía de guía a los aventureros y viajeros pedidos.

Liberó a Io, una de las mortales favoritas de Zeus. Io era vigilada por Argos, quien permanecía despierto con 50 de sus 100 ojos, mientras que los otros 50 dormían. Hermes con sus relatos, logró hacer que cerrara adormecidos lo 100 ojos, decapitándolo.

Su demostración de astucia le mereció convertirse en patrón de los ladrones, jugadores y oradores. Los industriales y comerciantes entre los romanos le rendían culto. Fue el prototipo de los atletas.

La interpretación de Mercurio como fuerza astrológica nos revela esa inquietud infantil que mueve a la travesura y al ingenio, así como la combinación de inocencia, ternura y espontaneidad que todos los niños utilizan para evadir el castigo. El premio otorgado por Zeus ante su demostración de astucia es relevante, al proporcionarle un rápido medio de transporte y comunicación: las alas. Como resultado de su actuación, Mercurio se convierte en un punto de referencia para extraviados y despistados.
Indudablemente se identifica con esa fuerza que mueve a la violencia para la obtención de algo, así como con las artimañas y especulaciones que implica el comercio.

También se identifica con la afición por el deporte.