(Altar dedicado a mis Queridos Papá y Mamá)
Podría
hablar y escribir sobre la tradición de los altares de día de Muertos
costumbres heredadas por nuestros antepasados, pero porque no también retomamos
la costumbres que nos inculcaron nuestros abuelos para pedir por las pobres
almas que se encuentran sufriendo y que mejor hacerlo en todo este mes de
Noviembre, mes dedicado a todos los fieles difuntos.
La piedad
con los difuntos, es uno de los primeros sentimientos del corazón humano.
“Cuando se está persuadido de que el alma vive después de la destrucción del
cuerpo, dice un profundo escritor, cualquiera que sea la opción que se tenga
sobre el estado en que ésta se halle después de la muerte, no hay cosa más
natural que hacer votos y oraciones para proporcionar felicidad a las almas de
nuestros parientes y amigos. Aquellos mismos que por sus principios parecen más
prevenidos contra tal uso, muchas veces confiesan sinceramente no poderse
detener en aquellos graves momentos, de hacer votos secretos, que la misma
naturaleza arranca de sus pecados, por aquellas personas con quienes estaban
estrechamente unidos con dulces y caros vínculos. Señal evidente de que este es
un sentimiento grabado por el dedo de Dios en el corazón de los hombres; he
aquí por qué se encuentra en todo lugar y en todos los pueblos del mundo”.
Pero las
tradiciones más veneradas y más puras de la piedad con los difuntos, se hallan
en los pueblos que adoran a Dios vivo. Porque la verdadera Religión trató
siempre de acercar las almas de los que finaron, a la Fuente de toda felicidad
que es Dios; para hacerlas bienaventuradas en El y por El. De lo cual proviene,
el que por medio de oraciones y sacrificios, procurarse hacer propicio el Todo
poderoso para con aquellas, y con obras expiatorias tratasen de hacerlas dignas
ante su Divina Presencia. Y, efectivamente, estos son los dos modos empleados
en la Iglesia
para socorrer a los difuntos: Hacer propicio al Señor con las almas, y hacer
las almas dignas de El; lográndolo por la oración y el sacrificio, y por las
obras expiatorias a favor de las Animas Benditas.
Obras de gran alivio
para las Benditas Animas del Purgario y de mucho mérito para nosotros.
1.- Hacer todos los años la Novena o en el mes de
Noviembre: consagrarles el lunes de cada semana.
2.- Celebrar misa o mandarlas celebrar
y oírlas.
3.- Comulgar con fervor, ya
espiritual, ya sacramentalmente, sobre todo los lunes.
4.- Visitar al Santísimo Sacramento o
la Virgen en
su Santuario.
5.- Hacer un rato de oración mental,
considerando con especialidad la
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
6.- Andar al Via-Crucis, y llevar en
el cuello algún Escapulario.
7.-Rezar el Santo Rosario.
8.- Sufrir con resignación las penas,
humillaciones, dolores y trabajos de esta vida.
9.- Practicar alguna mortificación y
refrenar los cinco sentidos.
10.- Hacer limosna y otras piadosas
obras de Misericordia.
11.- Olvidar las injurias y perdonar a
los enemigos por amor de Dios.
12.- Ganar indulgencias.
LLAMADA
De los “Cien Réquiem”
En sufragio de las
almas del Purgatorio.
Muchas
son las gracias que se refiere haberse obtenido por mediación de las benditas
almas del Purgatorio, mediante la devoción carmelita de los Cien Réquiem, que
se practica generalmente en Italia, y cuya relación copiamos de un libro
titulado Origen, privilegios, deberes e indulgencias del Santo Escapulario de
Nuestra Señora del Carmen.
Una
persona devota escribió sobre esto lo siguiente:
“Creería
faltar a la gratitud que me merecen las almas del Purgatorio si guardase
silencio acerca de una gracia que obtuve por la intercesión de las mismas.
Dedicado
como me hallo al comercio, durante cuatro semanas me encontré en gravísima
angustia por que me encontraba comprometido con el próximo vencimiento de
empeños y otros compromisos del negocio, por circunstancias imprevistas me
encontraba imposibilitado de satisfacerlos. Con la siguiente agitación expliqué
mis angustias a una persona piadosa, la cual me aconsejó que implorase la
asistencia de las almas del Purgatorio, a las que yo ya profesaba mucha
devoción. Dicha persona me enseño que recitara cada día los Cien Réquiem a las
benditas almas, pidiéndoles la gracia de verme socorrido. Practique con gran
fervor dicho piadoso ejercicio, y por medios de todos inesperados, que nadie
habría podido imaginar, me he encontrado provisto y socorrido de tal manera,
que a su debido tiempo he podido cumplir todos los vencimientos de mi
establecimiento. Continuo recitando cada día los Cien Réquiem, y he hecho
celebrar cinco misas en sufragio de los muertos, y aun mandaré celebrar más
para atestiguar mi gratitud a aquellas almas benditas”.
Santa
Catalina de Bolonia dejó escrito que muchas veces se obtienen más fácilmente
las gracias que deseamos por medio de las almas buenas que están en pena, que
por la intercesión de los Santos.
Esta
Saludable práctica consiste en diez Padrenuestros y cien Réquiem. Para esto,
cada cual puede servirse del Rosario común o de cinco decenas, recorriéndola
dos veces, con lo que se forma el centenar.
Después
de la señal de la santa Cruz, se emplea con esta deprecación:
“Animas
santas, almas que están purgando, rueguen a Dios por mí, que yo suplicare por
ustedes a fin de que cuanto antes, se les conceda la gloria del Paraíso
celestial”.
En
seguida, se dice un Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patria y luego diez veces
Réquiem: (Dales Señor el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua,
de las puertas del infierno libra Señor sus almas, descansen en paz la Benditas Almas del Purgatorio,
Amen).
Finalizada
la primera decena, se repite Padrenuestro y se dice la segunda decena de los
Réquiem y así sucesivamente hasta que se completan los diez Padrenuestros y
cien Réquiem, añadiendo al último el Salmo de Profundis Clamavi, con otro
Réquiem al final.
Salmo de Profundis Clamavi
(Salmo 129)
Desde lo hondo grito a ti Señor.
Desde lo hondo a ti grito Señor;
Señor escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi suplica.
Si llevas cuenta de los
delitos, Señor,
¿Quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra,
Mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarda Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene
la misericordia,
y Él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre
por los siglos de los siglos.
Amen.
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