Oremus
Oh Santísima Muerte, Usted que en silencio soporta la pena de ver mancillado su Sacratísimo y Celestial nombre, que los enemigos de Dios utilizan con fines malévolos y perjudiciales, por favor ayude con su Celestial Poder a todas las mujeres que han tenido la desdicha de caer en las garras de los enemigos de Dios.
Usted que fue mujer y que por Glorioso y Angelical Nombre lleva el de Martha, por favor le imploramos su Divina Ayuda, porque esas virgencitas que han sido heridas en su pureza, sin su Celestial auxilio no podrían hacer desaparecer de sus almas y de sus cuepecitos el dolor del amargo recuerdo.
Santísima Muerte, ya que fue creada por Mandato Divino para renovar la vida, por favor, por caridad, auxilie a las virgencitas por las que oramos y desaparezca de ellas en cuerpo y alma, toda huella de sufrimiento, vergüenza, pena y miedo por la experiencia que han pasado.
Santísima Muerte, así como respondió a Santa Elena, esperamos por caridad, que por medio del Poder Divino que posee El clavo de la cruz Redentora que le fué obsequiado por Gracia Divina esperamos responda a nuestras súplicas, para que todas las mujeres y aún los hombres que han sido víctimas inocentes de la crueldad y maldad humanas, dejen de padecer los estragos de sus experiencias y que por medio de las Celestiales Virtudes de las 5 455 llagas del Divino Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, restaure sus heridas y desaparezcan de sus almas y sus cuerpos toda huella de dolor.
Santísima Muerte, lo anterior se lo suplicamos por caridad, por las indulgencias que Dios Padre nos condedió por el Sacratísimo Misterio de Su Verdadero Nombre que es el de Angel Martha, por la Celestial Obediencia con la que sirve a El Que Todo Lo Ve y Todo Lo Puede, por el poder de los cirios que para el bien se encienden en su nombre y fundamentalmente, porque desapareciendo el dolor de las mujeres y los hombres por los que le pedimos, evitara el mayor sufrimiento de la Santísima Virgen María, Madre de El Cordero de Dios.
Santísima Muerte, que la Celestial Guadaña que porta, corte de raíz la amargura, sufrimiento, el dolor, desconcierto y demás aflicciones de las mujeres y los hombres cuyos cuerpos y cuyas almas han sido heridas por la maldad humana, permitiéndoles conocer a través de Usted, la Omnipotente Misericordia de Dios Nuestro Padre Celestial, Que Así Sea para mayor alabanza y Gloria de la Santísima Virgen de Guadalupe.